¿Qué percepción tienes de ti misma?

¿Alguna vez te has parado a pensar en cómo te hablas a ti mismo? La manera en la que te miras, te juzgas o te reconoces forma parte de tu autoconcepto, esa idea que construyes sobre quién eres. Y aunque no siempre lo notemos, esa visión interior tiene un enorme impacto en cómo vivimos.

Si te ves como alguien capaz, con virtudes y también con defectos que aceptas, probablemente te atrevas a probar cosas nuevas, a equivocarte sin hundirte y a relacionarte con más seguridad. En cambio, si lo que predomina es la crítica constante —ese “no soy suficiente”, “siempre fallo”, “los demás son mejores”—, entonces es fácil que aparezcan la inseguridad, la comparación y el miedo a no estar a la altura.

Tener un autoconcepto positivo no significa creerse perfecto ni ignorar los propios errores. Más bien es aprender a mirarnos con una mirada más amable y justa, reconociendo lo que hacemos bien y entendiendo que equivocarse forma parte de ser humano.

Piensa en cómo tratas a alguien que quieres: con comprensión, con paciencia, con cariño. ¿Y si empezaras a ofrecerte a ti mismo esa misma forma de trato? Ese pequeño cambio puede transformar mucho más de lo que imaginas.

Porque cuando empiezas a valorarte, tu mundo interior se vuelve un lugar más seguro. Y desde ahí todo se ve distinto: te sientes con más fuerza para tomar decisiones, confías más en lo que haces y, curiosamente, también te relacionas mejor con los demás. Ya no desde la necesidad de aprobación, sino desde la autenticidad de saber quién eres.

Al final, un autoconcepto positivo es como un refugio interno. Un espacio al que siempre puedes volver, pase lo que pase afuera. Y cuanto más lo cuidas, más sólido se vuelve ese hogar dentro de ti.

Anterior
Anterior

Tristeza, te acompaño